Es un relato excelente el cual resume la frase sonora por verdadera y macabra que muchos habitantes (hombres, sobre todo) de Manrique y toda esas comunas nor orientales de la ciudad de Medellín repiten a menudo: “Donde nacen muchos y se crían pocos”. una de las frases quel o ponen a pensar a menudo porque siendo personas no comprendemos a los demás de los actos y dar colaboración como una civilización.
Unas 140 paginas escritas en parlache (jerga o lenguaje usado en el eje cafetero y antioquia), que si has vivido en Colombia entiendes un 30%, si naciste en Medellín o en manizales lo comprendes y lo sientes un 50%, y si has luchado y le has ganado a estas ciudades peligrosas pero hermosas, lo saboreas palabra a palabra (metáfora a metáfora)…
“¡Ese man de catorce años ya era en forma! Ese pelaíto ya era un hombre. Como todo lo que iba a crecer se le acumulaba en el pecho”.
Pero no es otra historia, un relato en bruto de la brutalidad en que vivimos y existimos los jóvenes de la actualidad. La historia de un “carroloco” más, digo, menos (porque lo mataron como a todos en comun), que refleja que no vamos para ningún lado con ese pensamiento quees manejado por la mayoria de las personas, pero no importa, porque tenemos nuestros tenis nikes y la camisa de Americanino, nuestros accesorios de marca ignoramos los verdaderos problemas que se manejan.
“Por eso es que no duró nada, hermano… Imagínese que a Fáber lo mataron de diecisiete años y medio, y empezó como de trece en la pomada. ¿Duró qué?: Cuatro años así guevoniando… comenzó como un niño, y murió como un niño. Un niño que mataron por aceleradito”.
Hay libros que muestran lo poco que está dura (desde hace cuatro décadas) la vida de los jóvenes de esta tierra tan hermosa, con familias tan lindas y tan vueltas mierdas, donde ya no hay limites para hacerse un espacio para la vida, y hay muchos menos limites para morir en este valle de lagrimas y de balas, que por una historia de pobrezas y tristezas, culpa, tal vez, de grandes riquezas y alegrías e injusticias… Es así, y sigue siendo así, a pesar de la inversión en más policías, en más trabajadoras sociales, en más bibliotecas y colegios… Quizás tampoco hay demasiados libros que muestren a los jóvenes y a los viejos, pobres y ricos, estrato 1 y estrato 8 de una ciudad que está místicamente destinada a ser un paraíso, pero por “salir a delante”, por ser “berracos”, por “ganarnos la vida”, por ser los “mejores”, por triunfar, no dejamos que nadie haga nada y, sigamos viviendo y muriendo como salvajes.
“¡La muerte, la muerte es la única penitencia que paga eso!”.
Cuando el mundo se goza los cambios, los avances tecnológicos y los placeres científicos que nos dan esperanzas y crean armas más mortales parael vivir cotidiano de una persona, una pareja, una familia, en estas montañas los jóvenes apenas se gozan el mundo unos años atrás, porque viven como vaqueros en moto, vengadores sin futuro, violentos sin causas, perseguidos por la muerte, poetas del crimen, amigos de lo ajeno, enemigos de la longevidad. Viven en un mundo de odio que cada vez es menos mundo, y más odio.
“Y esa semana mi hermanito hueliendo, ya todos tristes, como que la ciudad estaba apagada para nosotros dos. Como que la ciudad ya no existía, desilusionados, como cuando uno hace un trabajo y termina cansado y se va a dormir… Así era el pelado…”
Nadie les ha contado, porque faltan más libros, películas, cartillas, cuentos, rezos, guías cuadernos, mapas, exorcismos, que cuente que esto, esta vida, la ciudad, este valle no es un parque de diversiones de la muerte, sino un esplendido lugar para la vida buena…